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lunes, 3 de julio de 2023

25. Un desconocido en el bar 3 (Devolviendo un favor)


Había llegado el tiempo en que mi compañera de trabajo me cobró el favor que me hizo cuando conocí a ese hombre desconocido que me coge como un animal. Me dice: "Ximena, este viernes estoy invitada a una fiesta y no quiero ir sola, me gustaría que me acompañes, así la deuda queda saldada". "¡Está bien! No puedo negarme, ya qué me cubriste para tener mi fiesta privada en la bodega" –le respondo. Ella agradece el gesto de mi parte y que soy una mujer de palabra.

Llega el viernes y me empiezo a arreglar para salir, la típica excusa a mis padres: "Tengo que trabajar esta noche". Me puse unos jeans negros, una blusa azul, las bragas y el brasier a tono con la blusa y un par de zapatos cómodos, ya que aparte del sexo, también me gusta bailar y los zapatos no serían impedimento para menearme al ritmo de la música. Alejandra pasa por mí a las ocho de la noche y fuimos al lugar de la fiesta. Era un lugar cercano a unas bodegas que estaban cerca del aeropuerto, ella condujo por una pequeña calle de dos vías que estaba al costado de la autopista. Llegamos a un galpón gigante en el que se oía música pero no se veía movimiento de gente. "¿Estás segura que es por aquí Alejandra?" –le pregunté. "Sí, esta es la dirección que me dieron" –me responde. A las dos nos pareció extraña la situación, aunque pensamos en volver, la curiosidad pudo más, se estacionó y decidimos entrar al galpón para dar una mirada. Alejandra se veía hermosa con un pantalón de tela ajustado de color beige, con una blusa de color blanco y una chaqueta café claro, su cabello suelto y maquillada no tan recargado.

 "¿Qué hacemos?" –me pregunta. "Ya estamos aquí, veamos de qué trata esto, si no nos gusta nos vamos" –le respondo. "Bueno, de todas formas no perdemos nada" –me dice con una sonrisa. "Claro, solo tiempo, pero igual podemos ir a una disco y así la salida no sería en vano" –le dije devolviéndole la sonrisa. Nos fumamos un cigarrillo y decidimos entrar de una vez, cómo dicen: "Al mal paso darle prisa". Nuestra sorpresa fue mayúscula al ver que había alrededor de veinte hombres y ninguna otra mujer. De pronto, quien había invitado a Alejandra le dice: "¡Qué bueno que llegaron!". "¿Esperamos a alguien más?" –le pregunta ella con un poco de consternación en su tono. "No, a nadie más" –responde el chico. "¿Cómo que a nadie más? Se supone que es una fiesta". Él lanzó una risa y le dice: "No querida, ustedes son la fiesta". Ella enojada le pregunta: "¿Qué quieres decir con eso?". "Simple Alejandra, tu amiga y tú están aquí para complacernos sexualmente" –responde el hombre. "No estoy para esos juego pervertidos" –le dice ella. Yo no salía de mi asombro, cómo mierda me había metido en algo así. "¿Acaso crees que vamos a estar dispuestas a coger con ustedes?" –le pregunté. "Tú no opines puta, no estoy hablando contigo" –me dice. Ese tono enérgico me hizo estremecer, mis bragas se empezaron a mojar pero no les daría en el gusto de qué pudieran hacer lo que quisieran con nosotras. "¡Puta tu madre! ¡Maldito infeliz!" –le dije con voz alzada. "¡Te dije que te callaras sucia puta!" –me dice y me da una bofetada que me estremeció por completo.

Con los ojos llorosos le dije: "¡Eres un maricón, hijo de puta!". Él sonrió y dijo: "Eres una zorra con carácter pero vamos a ver lo que eres capaz". A una señal la música se detiene y los otros hombres nos rodean, no teníamos escapatoria, sabíamos lo que pasaría ya que así había dicho el marica que me golpeó: "Si no era por la buena, sería por la mala". Se acercaron cómo animales hambrientos queriendo devorar a su presa. Nos desnudaron cómo voraces lobos rapaces, mientras nos decían palabras sucias y como nos cogerían. No niego que me producía excitación lo que estaba viviendo, ver a mi compañera de trabajo desnuda era algo que no esperaba menos bajo esas circunstancias. Éramos manoseadas por todos, nuestros cuerpos estaban a la merced de aquellos animales en celo que solo buscaban saciar su calentura.

Nos hicieron ponernos de rodillas, ellos formando una rueda alrededor nuestro sacaron sus vergas y nos obligaron a chupárselas. Para mí era algo exquisito, atender a tantos hombres a la vez, con mi boca y con mis manos hacia un poco más fácil la tarea impuesta. Miraba a Alejandra, tampoco en ella había protesta sino cara de placer. Eso me excitaba más, ambas usábamos nuestras manos y bocas para satisfacer a esos hombres que nos tenían prisioneras en medio de esa perversa orgía. Cuál de todos era más perverso, nos escupían, nos jalaban del pelo, nos abofeteaban, incluso hasta orinaban en nuestras bocas. En vez de ser grotesco, se transformaba en algo placentero, era evidente la expresión de nuestros rostros, era evidente al menos en mi entrepierna húmeda y no por la orina que había corrido por mi cuerpo, sino por la excitación y creo que Alejandra estaba igual de mojada. ¡Qué ganas de sentir su vagina húmeda y palpitante! –pensaba mientras me ahogaba por ese montón de vergas que estaban a mi alrededor. Uno de esos hombres me alzó de un brazo y fui puesta de pie, me llevó del pelo hasta una mesa y me tumbó en ella, dejando mi culo a disposición de todos. Estaba tan caliente que solo quería que de una vez me empezaran a coger y me dieran verga por donde ellos quisieran. La calentura me tenía desesperada, movía mi culo invitándolos a que me usaran, veía como se masturbaban a mi alrededor, uno de los hombres metió su verga en mi boca, se la chupé con frenesí, entonces sentí como mi culo fue invadido por una verga que sin compasión empezó a taladrarlo. “¡Exquisito!” –susurré. Sentí unas fuertes manos que se aferraron a mis caderas como tenazas, el vaivén era violento, excitante y placentero; al hombre que le estaba comiendo la verga lo miraba a los ojos con deseo, escucharlo gemir cada vez que su miembro llegaba a mi garganta hacia la escena más excitante. Miraba a Alejandra, estaba encima de uno en horcajadas, mientras otro le daba por el culo y atendiendo a los otros hombres con su boca y manos. Es toda una puta, sí que sabe divertirse.

Uno a uno los hombres que estaban conmigo me follaban el culo sin contemplación, cada verga que reciba provocaba sensaciones nuevas, gemía y gritaba que no se detuvieran, no pasaban más de unos cortos segundos cuando estaba ensartada de nuevo, a medida que dejaban mi culo, pasaban a mi boca para que se las chupara. Fue una ola vertiginosa de orgasmos tras otra, casi no podía respirar a causa del placer que me consumía, lo mismo con Alejandra, sus gemidos hacían contraste con los míos, era casi imposible que no nos escucháramos gemir como putas. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero nos hicieron arrodillarnos juntas, mientras ellos se ponían alrededor y se masturbaban, íbamos a ser bañadas por semen. Miraba a mi compañera de trabajo y se veía tan sensual esperando la ración de semen, no contuve las ganas de besarla y lo hice, ella respondió de la mejor forma, ese beso fue tan intenso que era imposible no querer algo más y no me refiero al semen que nos seria dado por ser buenas perras, ustedes entienden a lo que me refiero.

Al fin sucedió lo que esperábamos con ansias, uno tras otro empezaron a eyacular, dejando su semen regado por todos lados. Cara, boca, tetas, espalda, no había espacio por donde el semen no buscara camino por recorrer, era placentero; siempre había querido experimentar algo así y no me arrepiento de lo que pasó esa noche. “Ya pueden vestirse y largarse a la mierda” –dijo el amigo de Alejandra. Como buenas putas nos lamimos el semen entre ambas y nos vestimos, salimos del galpón al auto y fumamos un cigarrillo en silencio. Ella no podía decir nada, tal vez por miedo a que le fuera a reprochar el tipo de “fiesta” que me había traído. Le dije: “No te preocupes, no es tu culpa. Si hubieras sabido de que se trataba ni siquiera me habrías invitado”. Ella me miró y me dio una sonrisa. Acaricié su rostro y le dije: “Te veías tan sensual cogiendo, me calenté mucho viéndote”. Me miró a los ojos y dijo: “También me gustó verte coger, eres en verdad excitante”. Nos volvimos a besar con esa misma pasión de antes y me dijo: “Vámonos de aquí. Vamos a mi casa”. Obviamente acepté. Al entrar, solo bastó con que se cerrara la puerta para comernos a besos, estábamos tan calientes que nuestras manos se volvieron locas tocándonos y desnudándonos. Ya desnudas, tomé a Alejandra y la apoyé en la puerta, empecé a lamer sus pezones que al solo contacto con la punta de mi lengua se pusieron duros; ella empezó a gemir descontrolada y separó sus piernas, era una invitación a que mis dedos hurgaran en su húmeda vagina. Una invitación así no se puede desperdiciar, deslicé mi mano por su vientre hasta llegar a su sexo, tocaba su vulva hinchada y metí mis dedos entre sus labios vaginales para estimular su clítoris. Sus gemidos se hicieron más intensos, los que ahoga con mi lengua en boca.

Nos fuimos a la habitación en donde dimos rienda a nuestra lujuria, me tumbé en la cama y le dije: “¡Quiero sentir tu lengua!”. Abrí mis piernas, mi sexo palpitaba a causa de la excitación, la maldita Alejandra se acercó y su lengua me hizo vibrar al primer roce. “¡Oh, sí, me gusta!” –le decía mientras me aferraba a las colchas. Su lengua hacia un furtivo viaje desde mi clítoris hasta mi culo, me tenía al borde del colapso, gemía y me retorcía en la cama. Metía sus dedos y me penetraba de forma tan deliciosa que mi respiración en momentos se cortaba, intentaba tomar una bocanada de aire pero no podía, solo me dediqué a transportarme al placer que su lujuria me daba. Mi vagina seguía palpitando sin control, apretaba mis tetas, incluso babeaba de placer, hasta que el orgasmo llegó y me hizo temblar por completo. Ahora me tocaba darle placer a ella. Me deslicé con sigilo haciendo que mi lengua comience el recorrido perverso de manera suave, quería despertar en ella la desesperación. Escuchar esos gemidos llenos de lujuria era una sinfonía perfecta           que encendía mucho más, deslizar mi lengua despacio por su clítoris y verla retorciéndose en la cama era la imagen una imagen de exquisito placer. Aceleré los movimientos de mi lengua, ella solo se retorcía de placer, gimiendo desesperada; esos movimientos eran exquisitos, un verdadero estímulo a la perversión. Solo el roce despiadado de mi lengua llevaba a Alejandra a esos rincones de nuestro deseo que despiertan el placer absoluto, la zorrita decía: “¡Qué rico lo haces! ¡No te detengas!”. Escucharla hablar entre gemidos era tan placentero que mi vagina escurría junto con la de ella.

Le metí mis dedos solo por el morbo de verla retorcerse más salvajemente, no me defraudó, se retorcía como endemoniada al sentir como mis dedos la penetraban con locura. “¡Quiero que tengas un orgasmo para mí!” –le dije. “¡Todos los que quieras, pero no pares!” –me decía con lujuria en voz. Podía sentir como su vagina se contraía apresando mis dedos. Ya pronto llegaría el orgasmo y por lo que percibía seria intenso; no detuve mi lengua ni menos la penetración de mis dedos en su vagina, hasta que escuché: “¡Voy a acabar!”. Fue entonces cuando su respiración desapareció y se aferró a la cama, para luego soltar el aire contenido en sus pulmones, saliendo un intenso orgasmo que la dejó al borde del colapso. Las dos estábamos cansadas por todo lo vivido en esa noche, así que después de besarnos nos quedamos abrazadas en la cama hasta que nuestros ojos se cerraron. 

Al despertar, lo hice gimiendo. Alejandra estaba entre mis piernas lamiendo y mordiendo mi clítoris. No sé cuánto tiempo llevaba haciéndolo, pero por la humedad en mi sexo y en la cama debió ser mucho. ¡Maravillosa forma de despertar! Dejé que siguiera con su juego perverso. No podía creer lo caliente que era Alejandra, me encantaba que fuera así, ya que me hacía disfrutar con lujuria. Había tenido experiencias con algunas compañeras de colegio, pero esto en verdad superaba perversamente mis expectativas. Estaba gozando como una puta; no sé hasta dónde podría resistir pero quería que no se detuviera, yo apretaba mis tetas gimiendo, jadeando y diciéndole lo mucho que me gustaba sentir su lengua. Ahora ya no metió mis dedos en mi concha, se puso a jugar perversamente con mi ano, dos de sus dedos se metieron sin dificultad haciendo que me vuelva loca de placer. “¡Sí, usa mi culo!” –le decía mientras me penetraban sus dedos. “¡No te detengas, dale placer a esta zorra!” –decía ya fuera de mis cabales. En cualquier momento explotaría pero trataba de contenerme lo más que pudiera, me era imposible ya que mi cuerpo no reaccionaba, era como si hubiera tenido voluntad propia. Mis gemidos se tornaron agónicos y no pude contenerme más, me dejé caer en los brazos de ese intenso orgasmo. La razón me abandonó, me aferraba a la cama, gemía y me retorcía; mi vagina empezó a soltar esos placenteros fluidos que escurrían hasta mi culo.

Recién después del mediodía regresé a casa, follada de manera brutal por mi culo; una sesión intensa de sexo con mi compañera de trabajo. Fueron demasiadas emociones las que viví con Alejandra, sin duda algo que se debería repetir en otras ocasiones, no me arrepiento de haberle devuelto el favor. Ahora estoy a la espera del mensaje de aquel desconocido sin nombre para saber que se trae entre manos.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ® 

2 comentarios:

  1. Deliciosamente excitante Mí Perverso
    Sabes que tus letras son ese estimulo a los sentidos
    Y como sé que te gusta que lo diga, tu conoces perfecto los resultados y la humedad en mi entre pierna.
    Con tus sucias y candentes ideas
    Es tan exquisito como me haces sentir a cada instante que estamos juntos
    Excelente relato amor😈💋

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  2. Wao exquisito relato como siempre Caballero con detalle de todo lo perverso y delicioso que puede ser una puta cuando esta en su máximo esplendor

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