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miércoles, 19 de junio de 2024

145. La señora amiga


Mi nombre es Susana, tengo 18 años y vivo en Santiago de Chile. Me considero una chica normal, aunque todos dicen que tengo una figura envidiable, 93, 60 y 97 son mis medidas, 1.68 de estatura y pelo hasta la cintura. Aunque eso no es lo relevante de lo que quiero contarles, sino algo que pasó a mediados de año. Mamá me mandó a cotizar un preuniversitario para prepararme para dar la prueba de selección a la universidad o un instituto profesional para tener una carrera, todo para el próximo año y no me quede de nana o empleada doméstica en casa.

Aunque me gustaba estar en casa, ya que podía estar desnuda y no tenía mayores obligaciones que cocinar y limpiar lo que ensuciaba. Uno de esos días en que estaba a mis anchas, desnuda acostada en el sofá de la sala viendo TV, Oso, mi perro me acompañaba echado al lado del sofá. Mi cabeza empezó a fantasear con coger y me calenté imaginando como una buena verga invadía mi conchita. Me mojé como endemoniada y me empecé a masturbar, cosa que hacía casi a diario. El hecho de que mamá trabajara no era impedimento para dejar que mis gemidos salieran con libertad. De pronto mi dulce perrito se quedó mirando como extrañado, tan caliente que estaba no le di mayor importancia y seguí masturbándome bien rico, gimiendo y delirando. Entonces la curiosidad le ganó y de un salto se subió al sofá. Intenté empujarlo pero su instinto había reaccionado a mis frenéticas ganas de sexo y me veía como una perrita en celo, empezó a olfatear mi vagina, fue una sensación de lo más excitante. “¿Te gusta?” –le pregunté, obviamente no tuve respuesta de él pero siguió y le puse mis dedos mojados para que pudiera olfatearlos, cosa que hizo al instante y los lamió. “¡Eres un perrito curioso!” –le dije. Él olfateaba buscando de donde salían esos fluidos que impregnaban mis dedos y que de vez en cuando le daba para que los lamiera.

Para mayor comodidad, como Oso es un perro de raza grande, un pastor alemán, me tumbé en el piso, él me siguió de inmediato. “¡De aquí salen!” –le dije golpeando mi vagina y abriendo las piernas lo más que pude. Entonces presuroso metió su nariz en mi entrepierna. “¡Vas bien Osito, sigue!” –le decía. Su lengua encontró el punto exacto de donde lamer para saborear mis fluidos pero lo grande y gruesa de su lengua hacía que mi clítoris fuera estimulado, lo que me ponía demasiado caliente y empecé a gemir. “¡Ah, sí, sigue Oso! ¡Qué rica lengua tienes perro maricón!” –decía gimiendo. Me tenía al borde de la locura con esa perversa lengua, me apretaba las tetas, mis fluidos eran bebidos por Oso y mi lujuria crecía mucho más. Me sentía tan caliente que no podía soportar, sin pensarlo mucho me puse en cuatro en el piso de la sala, entonces Oso se subió encima de mí atrapándome con sus patas y en un acto instintivo empezó a moverse tan deliciosamente que sentía como la punta de su verga intentaba buscar la entrada de mi vagina. Al fin pudo apuntarle y se movía bestialmente haciéndome gritar de dolor pero en cada embestida ese dolor se transformaba en placer, algo que me volvía loca y me hacía temblar. En esas deliciosas embestidas que recibía, noté como algo redondo y grueso entraba en mi conchita, al principio fue doloroso pero mi vagina se amoldó de manera perfecta. Las embestidas cesaron y Oso se quedó quieto, luego pasó una de sus patas traseras por encima de mí y girándose quedamos pegados culo con culo, fue una sensación exquisita, me sentía tan perra al estar así que solo gemía y balbuceaba de placer. No sé cuantos minutos estuvimos pegados pero si sé que estaba casi sin vida de tantos orgasmos que tenía, era sublime. Cuando su verga salió de mí fue como si se descorchara una botella de champagne y por el semen de Oso que de desbordó de mi vagina. Quedé tirada en el piso sin fuerzas, pero mi perrito me lamió para dejar limpia mi conchita y regalarme un último orgasmo. Fue mi primera vez con ese vigoroso animal, puedo decir que ha sido el mejor sexo que he tenido, aunque ya había cogido con chicos de mi edad, pero ninguno fue mejor que mi mascota.

No quería salir a buscar institutos o preuniversitarios, prefería seguir siendo la perra de mi mascota, lo pasábamos muy rico cogiendo cada vez que nos daban ganas, parecía que estábamos de luna de miel, pero mi madre seguía insistiendo, ya que como me dijo no quería que terminara de nana, así que obedecí a regañadientes porque debía dejar la mañana para salir y no podía empezar mi día cogiendo con Oso.

Era el tercer día que había salido a ver institutos y preuniversitarios, ya viniendo de vuelta el autobús quedó averiado y todos los pasajeros debíamos bajar a esperar el siguiente para seguir nuestro rumbo, pero yo decidí seguir a pie puesto que de aquel lugar a mi casa quedaban cerca de once cuadras y no tenía inconvenientes en caminar, pero habiendo avanzado una manzana y media, me topé con una señora de unos 55 años que estaba alimentando a un par de perros en la acera en dos tiestos que tenía atados a un árbol. “¡Que lindos! ¿Son suyos?” –le dije. Era un pastor alemán y otro que parecía bóxer atigrado pero su hocico no era tan corto. “¡Si, absolutamente míos! –me respondió en un tono gracioso que nos hizo a ambas esbozar una sonrisa. ¿Pero por qué les da de comer aquí afuera?” –le pregunté. “Es que adentro son muy territoriales y se pelean cuando se trata de alimento” –me respondió y yo mientras acariciaba al bóxer le repliqué con cara de incredulidad: “¡Qué raro, aquí se ven bastante amistosos!”. Su corto pelaje me permitía percibir su contundente musculatura bajo él, lo que me hizo excitar un poco y el perro lo notó inmediatamente encajando su nariz en mi entrepierna. “¡Parece que le gustaste!” –me dijo la señora haciéndome sonrojar y al mirarnos a los ojos yo supe que me hablaba de sexo, evidenciando mi vergüenza de que le había entendido y con el análisis de su respuesta inicial tuve la certeza de que ella también lo hacía con ellos.

La presencia de otra zoofílica en compañía de sus amantes, no hizo más que hacerme reventar la vagina en fluidos y ya ambos perros se interesaron de sobremanera en mi sexo no sabiendo yo que hacer. “¡Ay, estoy que me orino! ¿Me prestaría su baño?” –le dije ya que la excesiva humedad estaba sobrepasando mi calzón y ya mojando la entrepierna de mi jeans. La señora me dijo: “¡Si mi niña, pase nomás, al final del pasillo a mano izquierda está el baño!”. Entré rauda a secarme mi vagina y ponerme uno de los protectores que andaba trayendo en mi mochila, pero los perros entraron tras de mí y tuve que empujarlos para que me dejaran cerrar la puerta del baño. Era increíble la cantidad de ese cristalino y viscoso líquido que había liberado mi vulva, formaba hilos al pasarme mis dedos por ahí. Luego salí y los perros estaban detrás de la puerta esperándome, siguiéndome estos por el pasillo hasta donde me estaba esperando sentada la señora en la sala y noté que no había nadie más en esa casa, lo que le pregunté a ella y me lo confirmó indicándome que sus dos hijos ya son mayores y su marido trabaja en faenas mineras pasando pocos días del mes en casa. Me indicó que me sentara, a lo que le respondí que no, que tenía que llegar a mi casa a cocinar y hacer otras cosas, otras cosas que obviamente incluía llegar a coger con mi perro. Al quedarme de pie los perros nuevamente comenzaron a meterme sus hocicos por abajo, con lo que decidí sentarme para que no siguieran molestando, pero al estar más abajo, mientras la señora me hablaba, no podía dejar de observar la roja punta del pene del bóxer que algo se le asomaba, ya que al pastor no se le veía nada por su pelaje más largo. Trataba de disimular, pero ella ya me tenía plenamente identificada y me ponía incómoda su inquisidora forma de mirarme. Me volví a mojar y así sentada como estaba los perros igual fueron a hostigarme, estaba muy confundida no sabía si quedarme o salir arrancando. La señora notó mi incomodidad y directamente me preguntó: “¿Has oído hablar o sabes algo de la zoofilia?”. Los casi treinta segundos en que guardé de silencio me delataron. Ella se sonrió y yo me volví a sonrojar. “¡Si, es que no, no sé, ay perdón, lo siento, es que tengo que hacer!” –le dije y poniéndome de pie me fui sin dar mayor explicación. Salí de aquella casa y caminé rumbo a la mía sin mirar atrás, solo pensando en lo increíble de la coincidencia de haberme topado con otra mujer que se dejara o hiciera montar por su perro. Claro que ella tenía dos y eso me causaba una sana envidia, su actitud no fue invasiva ni me presionó por nada, solo que yo me puse nerviosa y no supe cómo reaccionar ante aquel encuentro.

Al día siguiente me fui a dar una vuelta por allá rondando el sector entre las 10:30 y las 11:00, que fue más o menos cuando salió a la calle y me acerqué a hablar con ella. Le pedí disculpas, entramos a su casa y le hice una serie de preguntas respecto a este tema, en donde ella me contó que lo había descubierto por sí sola al verse necesitada de sexo durante las ausencias de su marido, sus hijos para ese entonces estudiaban, pasaba sola en casa y tenía un solo perro, además que llevaba cerca de quince años haciéndolo y su primer amante perruno había fallecido hace tiempo. Bueno yo también le conté lo mío, quedó asombrada como se habían dado las cosas con Oso, ya que pasó sin buscarlo.

Ya todo conversado y luego de un momento de silencio, me comentó: “Sam es el que quedó más enamorado de ti” – haciendo referencia al bóxer, el pastor alemán se llamaba Rocky. “¿Le darías a probar de tus jugos al pobrecito? Porque me parece que te mojas bastante como para atraerlos tan luego” –dijo y sin esperar mi respuesta se subió la falda, corriéndose el calzón a un lado y llamó al pastor que de inmediato se puso a lamerla, lo que encendió el ambiente e hizo que otra vez mi vulva dejara escapar exceso de fluidos, provocando que Sam se viniera directo a mi entrepierna, pero yo andaba con jeans y me los tuve que sacar para poder dejar que me lamiera, aprovechando también de quitarme los calzones para no tener que estar corriéndolo a un lado, pero estando ahí sentada en un sillón, el bóxer luego de devorar los fluidos de la entrada de mi vagina pronto se montó en mi muslo derecho ya queriendo coger y yo la muy caliente me bajé a posición de perrita en el acto. Teniendo ambos experiencia en esto, fue cosa de segundos para que ya me la estuviera metiendo profundo, lo que sumado a la emoción del momento de estarlo haciendo con un macho distinto y desconocido, más la excesiva brutalidad con que me penetraba me hicieron estallar en un precipitado orgasmo en que me llegué a mear por la calentura. No me di ni cuenta en que momento la señora se puso a mi costado, entiendo que pretendiendo ayudarme, había olvidado lo que le había contado pero al ver que nos habíamos acoplado como buenos amantes con Sam se tumbó en el sillón para que Rocky siguiera pasando la lengua por su concha que estaba tan mojada como la mía.

Sam me hizo notar la diferencia entre su fuerza y la de mi perro, pero por otra parte mi vagina percibía la diferencia entre sus penes. Este era levemente más corto con su nudo más ancho y ovalado para los costados. Apenas detuvo su bombeo me preparé a estar atenta para ver por donde se bajaría y afirmarlo para que no se saliera, me gustaba quedarme pegada a mi amante perruno y sentirme su perra en toda la expresión de la palabra. En esa posición su nudo quedó girado en noventa grados y hacía una exquisita presión en mi conchita, acentuando mis sensaciones al palpitar al mismo ritmo que me iba llenando con su semen. La señora estaba a mi izquierda y quedó presenciando a escasos centímetros directamente nuestro acoplamiento, solo limitándose a apaciguar al Bóxer acariciándolo y cargando su pelvis para que el nudo se mantuviera más adentro. Luego cerca de un par de minutos así, me tomó mi mano izquierda y me dijo: “Suéltelo mi niña para que se termine de voltear, si no va a tirar o yo lo sujeto si se pone nervioso”. Ayudándolo a girarse lo siguió acariciando y Sam continuó acabando tranquilamente en mi agradecida vagina que recibía gustosa ese abundante y caliente semen.

Ya en esta postura su protuberancia seguía presionando, estaba al borde del éxtasis y la señora lo sabía. Fue cuando se acomodó en cuatro a mi lado y Rocky de una la montó haciendo que su verga entrara en su culo, la cara de placer de la señora era un deleite a mis ojos y sus gemidos se tornaron en una armónica sinfonía que envolvía el ambiente. Las dos éramos unas perras que complacíamos a esos vigorosos machos que se habían adueñado de nuestros cuerpos. Nuevamente me orine, porque la intensidad de mi orgasmo no bajaba, mis piernas no tenían fuerzas, parece que me iba a desplomar al piso, pese a estar como un trípode apoyada en mis clavículas y rodillas mi cuerpo no me respondía. Casi pierdo el conocimiento y entré en una nueva fase de orgasmo, convulsionando de tanto placer, mi vientre ondulaba mientras el resto de mi cuerpo temblaba, todo mi ser pendía de la unión con esa bendita verga.

Disfruté por mucho rato de aquello, creo que más de media hora, hasta que se deshinchó tanto que salió por sí solo, habiendo ya escurrido por entre mis piernas gran cantidad del semen, que en ese momento estaba mezclado con mi orina en el piso. “Discúlpeme mi señora por la orinada” – le dije – “No se preocupe que limpiar no cuesta nada en comparación al placer de esto, mi niña” – me respondió, y luego de unos diez o quince minutos me ofreció hacerlo con Rocky, lo que acepté e hice pero no fue tan placentero como con Sam.

Me vestí con las pocas fuerzas que me quedaban, ella estaba tan caliente como yo, que mirarnos a los ojos y ver lo mucho que disfrutamos nos hizo cómplices a la hora del sexo. Bueno desde ese entonces nos hablamos por “mi niña” y “mi señora” sin preguntarnos los nombres siquiera pues lo importante es nuestra afición en común, repitiendo el sexo animal solo un par de veces más en el tiempo que llevamos conociéndonos y las otras ocasiones que la he visitado ha estado acompañada y solo hemos conversado.

En una de esas visitas que le hice, le propuse ir a mi casa para que ambas pudiéramos darnos placer a Oso, ella gustosa aceptó. Salimos con dirección a mi casa, al entrar la reacción de mi perro fue irse a oler la entrepierna de la señora. “¡Sí que es caliente tu perro ni niña!” –me dice con una sonrisa perversa. “Sí, mucho, sabe reconocer una perrita con solo verla” –le dije. “¡Ay, que rico! ¡Lo malo que no sabe lo perra que soy!” –dice. Nos quedamos en la sala y Oso seguía pegado a su entrepierna, ya la calentura comenzaba a transformar el ambiente y casi sin darnos cuenta ya estábamos desnudas con las piernas y Oso alternando entre nuestras vaginas con su lengua. “¡No sabes lo caliente que me tiene tu perro mi niña!” –me dice la señora entre gemidos. “Deje que se la coja entonces y dele placer” –le contesté. Sin dudarlo se puso en cuatro, yo me quedé mirando el espectáculo, de lo caliente que estaba me masturbaba viendo como Oso se la metía sin contemplación, la señora gemía y decía: “¡Qué rico me la metes bonito! ¡Dame esa verga, soy tu nueva perrita!”.  

Yo la miraba disfrutar como mi perrito se la cogía y también disfrutaba yo penetrándome con los dedos. En eso la señora me mira y me dice: “Ven mi niña”. Fui y me acomodé a su lado, pero ella quería que me tumbara en el piso y dejara mi conchita a su alcance, con lo caliente que estaba me tumbé en el piso con las piernas abiertas. “Tú también me calientas mucho mi niña, hace tiempo que tengo ganas de comerme tu conchita” –me dice. Sentí su lengua deslizarse por mi vagina lentamente, la sensación me produjo un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Mis pezones quisieron explotar y mis gemidos se unieron a los de ella. La señora toda una perra que me daba placer con su lengua. ¡Ah, señora, qué rico!” –le decía. Oso ya estaba pegado a ella y yo la tenía con su boca pegada en mi conchita que se mojaba cada vez más. Me regaló varios orgasmos que me dejaron temblando. Cuando la verga de Oso salió, me fui directo a lamerle la concha a la señora que gemía de placer, junté el semen que escurría de ella y en un beso intenso se lo compartí. ¡Qué rica sensación! Sentir su lengua jugueteando con la mía era un exquisito placer. Estuvimos casi toda la mañana cogiendo con Oso y entre las dos, lo más rico que nos compartíamos a nuestros amantes peludos y también nos disfrutábamos entre nosotras, lo que le daba un toque más morboso y perverso a nuestras visitas.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

3 comentarios:

  1. Muy lujurioso relato Caballero hace que una se ponga a pensar en deseos escondidos como siempre exquisito

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  2. fenómenal historia morbosa y lujuriosa caballero

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