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lunes, 17 de junio de 2024

144. En el bus


Eran las 11 de la noche y mi madre y yo estábamos en el terminal de buses listos para embarcarnos en un bus con destino a Puerto Montt. Íbamos a visitar a los abuelos que viven en Alerce. La máquina se estaciona en el andén y la gente se empezó a subir, dejamos nuestras maletas y nos dieron los respectivos tickets para retirarlos al llegar,  ya en el bus, buscamos nuestros asientos que estaban al final, noté que los asientos alrededor de nosotros estaban desocupados. Entonces ideas morbosas empezaron a rondar mi cabeza. Siempre es entretenido hacer viajes de noche, sobretodo si ocupas los últimos asientos, lo malo que al lado mío iba mi madre. Cuando salimos del terminal esas ideas morbosas empezaron a rondar con más fuerza mi mente, no llevábamos ni media hora de viaje y ya estaba con la verga tiesa pensando en que no había nadie alrededor nuestro, también que el baño estaba no tan lejos por si quería ir a pajearme con total libertad y privacidad. Ya de camino esos pensamientos se transformaron en ganas incontrolables de cogerme a mi madre durante el viaje. Nos pusimos a conversar y de mi mochila saqué un par de cervezas, porque sabía que eso la haría ponerse caliente y terminaría aceptando cualquier cosa que le propusiera.

Cuando noté que ya le estaba haciendo efecto el alcohol, empecé por agarrar su mano y ponerla sobre mi bulto ya erecto, una vez que sintió mi pene lo empezó a sobar por encima de mis pantalones, me estaba calentando demasiado. Además me hablaba despacio y sensual, lo que aumentaba más mi calentura. Le bajé el pantalón y las bragas y después hice lo mismo con los míos, quedamos desnudos de la cintura para abajo y eso me excitaba. Yo con la verga tiesa y mi madre con su vagina mojada nos acercamos para besarnos mientras yo metía mis dedos en la caliente y mojada concha de mi madre y ella masturbando mi verga a nada de explotar, le digo que se siente en mi para metérsela, ella obediente lo hace, sentir como respiraba agitado al sentir como se la metía lentamente. No hay sensación más rica que tu propia madre te tome la verga para guiarla a la entrada de su mojada y caliente concha. Una vez adentro mi madre recarga su espalda sobre mi pecho mientras se mueve disfrutando mi verga, yo meto mis manos por debajo de su polera para agarrarle sus tetas y frotar sus duros pezones con mis dedos.

Le dije que cambiáramos de posición, quedando ella ahora frente a mí, mientras yo me comía sus deliciosas tetas ella seguía ensartándose sola mi verga, mientras veía su cara de puta entre la tenue luz. Veía como mi madre disfrutaba como una perra cualquiera la verga de su hijo. Ella gemía despacio para no llamar la atención pero su cara de placer demostraba lo mucho que lo estaba disfrutando. Estábamos tan perdidos en la cogida que no importaba ya si alguien veía, me importaba seguir dándole verga a la puta que estaba encima de mí. En uno de sus movimientos mi madre mueve la cabeza a un lado y vi a un hombre que nos observaba desde el otro lado, él estaba sentado al lado nuestro pero en la otra corrida de asientos. Le hice una mirada para ver si estaba interesado, a lo que él se levantó de su asiento y viene hacia nosotros y se coloca en el pasillo del bus. Mi madre al darse cuenta que había alguien al lado de nosotros viéndonos la puso nerviosa y para por un momento pero le dije que se relajara, que solo quería masturbarse viéndonos. Me sonríe de manera perversa, le dije: “Tranquila mamá, solo quiere pajearse viendo como cogemos, solo dale en el gusto y sigamos en lo que estamos”. Siguió moviéndose de esa forma deliciosa en que lo hacía antes. Mi madre giraba la cabeza para ver a ese hombre que se masturbaba a su lado, eso me calentaba, ya que había alguien mirando y caliente de como madre e hijo cogían como los más perversos amantes. El hombre bufaba y susurraba: “¡Qué rica puta!”. Pensé en lo delicioso que sería ver a mi madre disfrutando de esa verga. “¿Te gustaría chupársela?” –le pregunto, ella no responde nada, pero en su mirada se veía que si quería. Fue cuestión de segundos cuando ya tenía la verga del hombre en la boca tragándosela como la buena puta que es. Yo me hice a un lado y el hombre ocupó el otro asiento. Saqué mi verga de su concha para que se la chupara tranquila al tipo y también para mirar que no viniera el auxiliar del bus.

Después de unos minutos mi madre ya estaba encima del hombre siendo cogida de manera descomunal, no podía dejar de masturbarme al ver como sus tetas rebotaban en cada embestida que le daba, era excitante ver esa cara de puta y como aguantaba sus gemidos. “¡Dale fuerte! No te contengas, a esta puta le gusta duro” –le decía al hombre para que siguiera dándole verga a la zorra de mi madre. “Se nota que es toda una puta” –decía mientras seguía dándole duro a esa concha que rebosaba de fluidos. De lo caliente que estaba le dije a mi madre que se pusiera en cuatro en el asiento y que el otro tipo se la metiera mientras me la chupaba. “¡Qué rico chupas putita! ¡Trágate mi verga entera! ¡Chúpame los testículos también zorra!” –le decía mientras el hombre se la metía con más fuerza. Era una imagen tan caliente que me tenía caliente y loco. Le dije al tipo: “¡Cojámonos entre los dos a esta puta!”. Mi madre sonrió y con esos ojos llenos de lujuria me miró poniéndome más caliente. Yo me quedé sentado y mi madre me montó de espaldas, agarró mi verga y la puso en la entrada de su culo, lentamente bajó hasta que se metió por completo en ese apretado agujero. El hombre quedó de frente a mi madre y se la ensartó de una en más que húmeda vagina. Yo le masajeaba las tetas y pezones mientras que él le daba unas fuertes embestidas y la tomaba del cuello besándola. Él le preguntaba: “¿Te gusta sentir mi verga? Te voy a dejar llena de semen por lo puta que eres”. Yo al escuchar eso me calenté tanto que le empecé a coger más duro su apretado ano, la agarraba de la cintura para ensartarla lo más que pudiera, mientras que el hombre hacia lo mismo, dándole duro por la concha y tapándole la boca para que no se escucharan los gemidos de putita de mi madre. Entre más intensas eran mis embestidas, más eran las ganas que sentía de acabar, solté un ligero gemido y empecé a llenar de semen el culo de mi madre, la que al sentir como mi verga explotaba en su interior ahogaba sus gemidos mordiendo sus labios. Luego el hombre acabó y mi madre dio un agónico suspiro mientras su concha era llenada con el semen de ese desconocido. Luego ella nos la chupó a ambos para extraer hasta la última gota de semen que pudiera quedar. Antes que el hombre volviera a su asiento intercambiamos números de teléfono por si se nos ocurría invitarlo alguna vez a casa para seguir cogiendo como esa madrugada. El hombre en silencio se fue a su asiento, mi madre y yo nos pusimos la ropa y acomodamos nuestros asientos, charlamos un momento y decidimos dormir lo que quedaba de camino.

El bus entró a la ciudad de Osorno por la mañana, ya quedaba poco para terminar nuestro viaje. No supimos donde el hombre se bajó pero si le dejó un regalo a mi madre, tenía semen seco en su cara, el muy pervertido se pajeó mientras dormíamos y acabó en la cara de mi madre, al verla así me calentó mucho, le dije que se viera en el espejo y al verse solo sonrió sin decir nada. Al fin llegamos a Puerto Montt, cuando entramos al terminal y el bus se estacionó en el andén, bajamos para retirar nuestras maletas. Caminamos por la costanera en dirección al departamento que habíamos rentado por los días que estaríamos ahí. Entrando noté una pequeña terraza con una mesa y un sofá pequeño. Al cual le dimos uso a tan solo unos momentos de haber llegado. Fuimos a la terraza, me senté en el sofá y mi madre se arrodilla frente a mí, desabrocha mi pantalón y empieza por pasar su lengua por mi glande, lo chupa lentamente, cada vez me lo deja más babeado y la manera en cómo se sienten sus labios subiendo y bajando mi verga es una sensación riquísima. Tener una madre tan puta como la mía es el mejor regalo que un hijo puede tener, la manera en como disfruta mi verga en su boca es delicioso de ver.

Nos levantamos, yo no perdí tiempo en putos preámbulos, la desnudé y mi madre se acuesta boca arriba sobre la mesa para yo arrodillarme y empezar a comerle su concha caliente hambrienta de verga. Meter mi lengua en esa vagina es de los mejores placeres que he tenido, besarla, lamerla, comérsela toda y sentir como se pone cada vez más mojada y mi madre gimiendo cada vez más, me encanta calentarla de tal manera que se ponga como perra en celo, rogando por verga y dispuesta a todo con tal de sentir una verga. Mi madre entre sus gritos de placer me pide que la meta y siendo un hijo obediente, me levanto y le meto la verga en su vagina hinchada aun de tanto haber estado recibiendo verga en el viaje. La tengo abierta de piernas mientras me la cojo, viendo la cara que pone disfrutando, me pide que le dé más duro. Le digo: “¿Te gusta puta? Tienes la concha más deliciosa que he cogido mami”. Seguía embistiéndola muy duro, ella gemía y se agarraba las tetas, me decía: “¡Me encanta tu verga! ¡Me haces sentir tan puta!”. Esos gemidos mezclados con su voz eran sensuales y a la vez perversos, no podía más que seguir dándole verga hasta que pidiera que parara, pero conociendo lo puta que es, eso jamás pasaría. Luego le dije que se pusiera en cuatro, quería metérsela en el culo otra vez, ella como puta obediente se acomoda quedando su culo a mi pervertida disposición. “¡Ah, qué rico!” –dice. “¡Ahora puedes gemir y gritar todo lo quieras puta!” –le dije. “Sí, mi amor, qué rico!” –decía ella moviéndose, siguiendo el ritmo de mis embestidas. Los ensordecedores gritos y gemidos de mi madre creo que se podían escuchar en varias partes, pero que importaba eso, lo que más nos importaba era disfrutar como enfermos de esa cogida y yo en particular de ese rico culo. Ya nuestros cuerpos envueltos en sudor y en el placer nos tenían descontrolados, hasta que me dijo: “¡Voy a acabar amor!”. Escucharla decir eso, me calentó en sobre manera y le dije. “¡Acaba puta!”. Yo seguía metiéndosela hasta el fondo de su culo, mientras ella gemía y gritaba, se retorcía en la pequeña mesa siendo víctima de un intenso orgasmo. Ya sentía que estaba a punto de eyacular cuando se la saqué de su culo y le puse la verga en la boca para que me la chupara, quería que se tomara hasta la última gota de mi semen. Me la chupó de manera tan perversa que no aguanté mucho y acabé en su boca, ver que como buena puta no dejó ni un rastro de semen, me hizo acariciar su rostro con ternura y decirle: “Eres una buena puta”. “Para ti soy lo que quieras. Después de anoche no puedo negarme a nada” –me dijo.

Terminamos cansados, nos levantamos para ir a bañarnos y dormir por un rato, ya que el viaje fue demasiado largo y obviamente no habíamos tenido descanso después de llegar. Obviamente, dormimos juntos y desnudos. Cuando llegó la mañana mi abuela nos llama para que estemos listos, porque mi abuelo nos pasaría a buscar en un par de horas, por lo que decidimos aprovechar el tiempo cogiendo bien rico. Cuando nos dimos cuenta que el abuelo estaba por llegar nos metimos a la ducha y nos arreglamos para esperarlo, en eso sonó el teléfono de mi madre, era mi abuelo que estaba afuera esperándonos. Mamá se veía preciosa con jeans que resaltaban ese rico culo. Salimos, nos saludamos con cariño después de no vernos por harto tiempo. Yo me senté atrás y mi madre iba al lado de su padre. Después de tomar el Camino a Alerce, mi abuelo me pregunta: “¿Tienes novia?”. “Bueno, así como novia no es, pero estoy empezando algo con alguien” –le respondí. “¡Ah qué bien! Eso es bueno, ya que un hombre siempre debe tener alguna mujer con quien descargar sus ganas” –me dice. “No le digas eso, porque se lo va a tomar enserio” –le dice mi madre. “¿Eso qué tiene de malo? Yo a la edad de este muchacho tenía mis jueguitos con varias de mis vecinas” –le dice mi abuelo. “¡Ay papá! No quiero escuchar ese tipo de historias, menos tuyas” –le dice mamá. Mi abuelo se ríe y yo le digo: “Yo si quiero escucharlas. De seguro que eras el semental en Puerto Montt”. “Ya hijo, no le des cuerda, porque después no va a parar y yo me voy a morir de vergüenza” –me dice mi madre. “Bueno, lo único que puedo decirte es que si la pasé muy bien” –me dice mi abuelo.

Hubo un momento de silencio, entonces mi abuelo me pregunta: “¿Cómo es esta chica que estás empezando? De seguro debe estar muy buena”. “Si supieras abuelo, es toda una diosa en la cama, de esas que nunca dicen que no” –le respondo. “¡Ah, caramba! Toda una potranca para un semental” –dice mi abuelo. Supongo que mi madre iba roja escuchando la conversación, ya que no decía nada. “Pero yo te pregunté cómo es, no las cosas que te hace” –dice mi abuelo. “¡Ay abuelito! No tienes idea de cómo es. Primero es mayor que yo, tiene el cabello cobrizo hasta los hombros, blanca, ojos verdes y muy sensual” –le dije. Me mira por retrovisor y se queda en silencio. Siguió manejando sin decir ni una palabra. Hasta que le preguntó a mi madre: “¿A ti te gusta?”. Mamá no sabía que responderle. “Te hice una pregunta” –le dice otra vez a mi madre. “¿Qué cosa?” –dice mi madre haciéndose la desatendida. “¿Cómo que cosa? ¿Te gusta que te la meta tu hijo?” –le vuelve a preguntar. “¿Cómo dices eso? ¿Qué cosas te pasan por la mente?” –le pregunta mi madre. “No soy tonto, calzas perfecto con la descripción” –le responde mi abuelo. No puedo negar que escuchar la conversación me ponía caliente, sobretodo viendo las evasivas de mi madre para no responder. “¿Ahora soy la única mujer que encaja en la descripción? ¡Papá por favor!” –le dice mi madre. “Bueno, en eso tienes razón, pero no puedes negar que el parecido es exacto” –le dice el abuelo. Yo estaba con la verga por estallar en mi pantalón. Entonces mi morbo se encendió y decidí poner en aprietos a mi madre. “Mamá cuéntale lo que pasó en el bus” –le dije. Ella se dio vuelta y me miró con enojo, no sabía cómo salir del embrollo en que la había metido. “Sí, quiero saber, cuéntame hija” –le dice mi abuelo. El silencio reinaba en mi madre, entonces le dije a mi abuelo: “Veníamos sentados en los últimos asientos del bus, no había nadie cerca nuestro y nos tomamos un par de cervezas, pero que mamá te cuente el resto”. Ella no dijo nada pero mi abuelo no es tonto y le preguntó directamente: “¿Te la metió en el bus?”. Mamá quedó de una pieza ante tamaña pregunta. Después de guardar silencio unos segundos le respondió: “¡Sí, me la metió en el bus! ¡En el departamento cuando llegamos y antes que llegaras! ¿Ahora estás contento? ¿Esa es la respuesta que querías?”. “No me vengas con esas cosas, siempre has sido bien puta y ahora te haces la santa. Crees que no sé qué te acostaste con varios” –le dice mi abuelo. “Ese es mi puto problema, ya soy mayor de edad y no le debo cuentas a nadie y si mi hijo me lo mete es algo que le compete a él y a mi” –le dice mamá.

El abuelo esta vez siguió manejando en silencio, dobló en el Cruce La Vara. “¿Dónde vamos abuelo?” –le pregunté. “A dar la vuelta larga” –me respondió. Cruzamos una vieja línea de tren y viramos bordeándola. Entramos por una pequeña calle de tierra y se veían casas de madera, después de poco andar doblamos a la derecha y entramos a una de esas casas. Mi madre no conocía ese lugar y yo menos, no sabíamos dónde estábamos. “¿Qué hacemos aquí?” –le pregunta mamá. Mi abuelo no le responde nada y abre la puerta. Entramos y nos dice: “Aquí traigo alguna que otra puta para coger”. “¡Eres un cerdo!” –le dice mamá. “¡Y tú una puta!” –le responde él. “Siempre supe que engañabas a mi madre, pero que tengas un nidito de amor es demasiado” –le dice mamá. “No me interesan tus reproches, tampoco estás aquí para que conversemos. ¡Quiero que te quites la ropa ahora!” –le dice mi abuelo. “¡Eres un viejo pervertido!” –asegura mi madre. Él acercándose a ella pone una mano en su cuello y le dice; “Ya te dije, obedece de una puta vez”. Empezó a manosear sus tetas por encima de la ropa. “¡Quítame la ropa viejo de mierda!” –dice mamá mirándome, esperando que la ayudara, pero yo estaba tan caliente viendo lo que pasaba que no hice nada por detenerlo. Conmigo como aliado, siguió sobajeándole las tetas a mi madre, hasta que su resistencia comenzó a ceder, ya no era esa mujer enojada, sino una que se dejaba acariciar a destajo. “Siempre supe que eras una puta. Desde que te vi espiándonos a tu madre y a mi cogiendo o cuando te encerrabas a masturbarte” – le dice él. “¡Ah, eso no lo puedo negar! Hacías que mamá gritara y me calentaba escucharlos, pero más me gustaba verlos” –le responde ella. “¡Quítate la ropa!” –le ordena mi abuelo. Ya no pudo resistirse más y se desnudó ante los ojos perversos de su padre.

No aguantaba la calentura, me senté y saqué mi verga para pajearme, y ver ese perverso espectáculo ante mis ojos. Mi abuelo la tira contra la pared y se acerca como un lobo hambriento, estando frente a ella hizo que levantara sus brazos y automáticamente mi madre separó las piernas, la mano de mi abuelo se metió en su vagina y empezó a hurgar en ella con libertad. Los gemidos de mamá no se hicieron esperar, empezó a gemir como loca, caliente, sintiendo como los dedos de su padre la penetraban. Mi abuelo se bajó los pantalones con desesperación, su verga a pesar de los años estaba tiesa, entonces le dice a mamá: “¡Chupamela, así como lo hacen algunas de tus amigas cuando vienen para acá!”. Sin pensarlo mamá se pone de rodillas y se la mete a la boca, la cara de placer de mi abuelo era innegable; apoyado con una mano en la pared se empieza a mover marcándole el ritmo a su hija para que se la comiera como a él le gusta. La calentura rondaba el ambiente, no aguanté las ganas y me paré a un lado esperando a que mi madre me la chupara, ella no dudó en hacerlo, nos tenía la verga aprisionada con sus manos y las chupaba como toda una puta. Esa manera caliente que mi madre tiene de chuparla me estremecía por completo, no pasó muchos para que ya le estuviera descargando mi semen en la boca, tragándolo sin dejar rastro. Le dije a mi abuelo: “¡Cógetela tú, yo lo puedo cuando quiera!”.

Sin perder tiempo el viejo la llevó hasta la mesa del comedor y la hizo apoyarse. Con su cara llena de lujuria le abrió las nalgas y se la ensartó en su culo. “¡Ay mi culo!” –gritó mamá mientras yo la miraba a sus ojos. El abuelo se empezó a mover con fuerza, clavándole la verga en su culo hasta los testículos, mamá gemía y gritaba, sus tetas se arrastraban por la rustica mesa mientras mi abuelo seguía dándole duro a la puta. “¡Ah, sí papito, dame fuerte!” –le decía ella mientras él seguía empecinado en abrirle más el culo de lo que ya lo tenía. Entre esas embestidas que el viejo le daba también le dejaba caer unas cuantas nalgadas que la puta de mi madre disfrutaba. “¡Eso papi, déjame tu mano marcada en las nalgas por negar que soy una puta!” –le decía ella entre gemidos, el abuelo no daba más de placer y mi madre tampoco, en una perfecta sincronía ambos acabaron a la vez, dejándole el culo abierto y lleno de semen.

Después de la cogida que recibió mi madre por el culo, nos arreglamos para seguir el camino a la casa de los abuelos, nosotros llegamos como si nada, haciéndonos los tontos, la abuela nos recibió con alegría ya que hace tiempo que no nos veíamos. Los días que estuvimos allá, mi madre salía a dar una vuelta a la casa que tenía mi abuelo y obviamente no para jugar cartas, después seguíamos cogiendo en el departamento, la puta no tuvo descanso. Cuando llegó la noche de volver, compramos asientos en la parte de atrás del bus. Dejé que mi mamá se fuera sola solo por el placer de verla coger con varios que se pasaron el dato que en el asiento iba una mina que se dejaba coger por quien quisiera y más encima lo hacía gratis. Decidimos volver todos los veranos a visitar a los abuelos, haciendo travesuras en el bus y en los días que pasábamos de vacaciones.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

3 comentarios:

  1. Excelente me hizo imaginarme al momento de cada escena rica en erotismo

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  2. La perversión de este relato es genial y la descripción en cada uno de los momentos, me hacen imaginar la situación. Gracias por compartir JOL

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  3. Waoo que delicia de relato Caballero como siempre un placer

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