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jueves, 13 de junio de 2024

142. Madura caliente


La verdad siempre he tenido suerte con las mujeres. Mi buena situación económica  me ha abierto una serie de puertas en lo que a sexo se refiere. Mi novia es una mujer espectacular, de medidas 90-60-90, ojos azules y muy buena en la cama. Sin embargo, esta perfección y rutina siempre me llevaba a buscar algo más. Como dice en la variedad está el gusto. Nunca fui un hombre fiel y creo que nunca lo seré. Así empecé a buscar un tipo de mujer diferente, distinta a las mujeres que acostumbraba a engancharme.

Se me olvidaba, vivo en Santiago de Chile, trabajo en una empresa inmobiliaria. Una noche que regresaba de la casa de mi novia, pasé por el centro de la ciudad a comprar cigarros. En un paradero, se encontraba una mujer de unos 47 años, muy alta y delgada, una de esas mujeres que encuentras solo en catálogos de revistas o en alguna página de contenido porno. Estaba sola. No había nadie en la calle. Me di dos vueltas delante de ella. La miraba. Ella empezó a notar mi presencia. A la tercera vuelta, me detuve en un negocio cerca del paradero. Al bajar ella me miraba fijamente y yo igual. Entré compré cigarros y en ese momento estaba pasando el bus que estaba esperando. Ella estaba de pie, con un bolso y dudaba en subirse o quedarse. Saque un cigarro y la miré a la distancia fijamente. Ella se acerca a la puerta del bus y dice al conductor que no viajará. Esa fue mi señal, ya que el próximo bus demoraría como media hora en volver a pasar y por la hora no había ninguna otra razón para que se quedara. Subí a mi auto y di la vuelta a la manzana. Al pasar delante de ella, me miró y sonrió, una vuelta más y me estacioné delante de ella. Ya con el vidrio abajo, le pregunto si necesita que la lleve. Ella se para, se acerca al auto. Cuando se agacha para hablar a través de la ventanilla, puedo observar sus tetas que son exageradamente tremendas .Me dice que iba a La Dehesa, un barrio ubicado entre los cerros de la comuna de Lo Barnechea, aproximadamente uno 25 minutos en vehículo. Le digo que no hay ningún problema. Ella lo duda un poco y toma su bolso y se sube.

Una vez adentro, puedo notar su gran volumen, sus nalgas ocupan todo el asiento. Su voz era un poco grave y se notaba que era un poco tímida. Le pregunto que hace tan sola y tan tarde en la calle. Me dice que había venido a cuidar a una amiga suya que había enfermado y que no se podía mover. “¿Eres casada?” –le pregunto. “No, mi marido falleció, vivo sola hace más de 7 años” –me responde. “¿Tienes hijos?” –volví a preguntar. “Si tengo una niña que se casó y se fue a vivir fuera de Santiago, y tú, ¿eres casado?” –me preguntó. “No, soltero y sin compromisos” –le respondí. “No creo que no tengas compromisos, alguien tan guapo como tu debe tener algo por ahí” –me dice. Sonreí por el cumplido. “Además, ¿qué haces tan tarde en la calle?” –le pregunté con curiosidad. El centro de Santiago no es un lugar para andar tan tarde en la noche, menos para una mujer sola, teniendo en cuenta en el lugar que vivía y como vestía, no se trataba de una mujer que anduviera en bus. “Lo que pasa es que no me gusta acostarme temprano” –me respondió. “¿Qué te dio por llevarme?” –preguntó ella. Sonrío nuevamente y le respondo: “Es que te vi con ese pesado bolso y me imaginé que no eras de acá y como no tengo nada que hacer, estaba aburrido, quería conversar con alguien. ¿A si que vives sola, sin nadie, nadie?”. Analizaba el terreno, por que prefería estar en una cama con ella a llevarla a algún camino apartado. “Si vivo sola. ¿No te hago desviarte mucho?” –me dice con preocupación. “No te preocupes, no tenía ganas de acostarme, se me antojó tomarme una cerveza, pero me da lata tomármela solo. ¿Te gustaría tomarte una cerveza?” –le dije. “Sí, podría ser” –me responde. “En la primera botillería paro a comprar unas cervezas” –le dije. Obviamente dejando el auto un poco más allá, para que no fuera a pasar algún amigo mío y me viera con tremenda mujer en el auto. “Ok, estamos listos, ¿dónde vamos a tomarla?” –le pregunto.  No sé, dime tú” –dice ella. “Podríamos estacionarnos por ahí, pero podrían pasar los Carabineros y llevarnos por estar bebiendo en la vía pública, ¿te parece si las bebemos en tu casa?” –sugerí. “Bueno” –respondió ella. Rápidamente llegamos La Dehesa, al transitar por la calle Los Trapenses me indica cuál era su casa. No me había equivocado, su casa era lujosa, tipo mansión contemporánea, con jardín inmenso y otras cosas que no viene al caso mencionar.  

Nos bajamos. Mientras entrabamos, no podía dejar de mirar ese tremendo culo que se movía de un lado a otro. Una vez adentro, me siento en un sofá, y ella trae dos vasos. Empezamos a beber y fumamos un cigarro. “Hace tiempo que no fumaba, ni tomaba cerveza, no vaya ser cosa que me embriague” – me dice. “¿Si? ¿Cómo te pones cuando te embriagas?” –le pregunté con curiosidad y morbo. “Cambia mi personalidad, me dan ganas de hacer cosas” –me responde con una sonrisa. “Interesante respuesta. ¿Qué cosas? Cosas malas. Bueno, no malas. ¿Cosas como estas?” –le digo. Me acerco y la beso. Dejo mi vaso en la mesa y le retiro el suyo. Mi lengua se pierde en su boca. Rápidamente mis manos se apoderaron de sus tetas. Las apretaba con fuerza, se sentían perfectas, duras y apetitosas. Le desabrocho su blusa y saco su brasier. Sus exuberantes tetas quedaron a mi disposición. Las chupé desesperadamente. Las apretaba fuerte, mordía sus pezones y ella me gritaba que los mordiera con más fuerza. Le terminé de sacar su blusa y quedó solo con el ajustado jeans que tenía puesto. Verla así me excitaba mucho. Traté de sacarle el jeans, pero sentada era imposible. Hice que se pusiera de pie y desabroché ajustado pantalón. Costó que saliera por su imponente culo, pero luego de unos tirones quedó solo con una diminuta tanga de color negro que se amoldaba perfecta a su figura. Le di la vuelta y me senté. Le pedí que se sentara encima de mí. Jugaba con sus tetas, ella se movía sensual y me calentaba ver como se tocaba esas deliciosas tetas. Mis manos buscaron su vagina, estaba más que mojada, lo único que quería en ese momento era cogérmela de una vez. Nos pusimos de pie y le dije que me bajara los pantalones y el bóxer, mi verga estaba tiesa, ella sin que se lo pidiera se puso de rodillas y empezó a chupármela suavemente. La forma en que pasaba su lengua desde el glande a los testículos era perversa, luego se la metía en la boca y la chupaba con esa lujuriosa suavidad.

Nos fuimos a su habitación, una de las tantas que la casa tenia. La recosté en la cama y le quité la tanguita, su mojada vagina depilada pedía a gritos ser invadida. Abrí sus piernas y me deleité recorriéndola con mi lengua. Sus gemidos eran brutales, verdaderos alaridos de placer, temblaba y se retorcía como poseída en la cama. Estaba tan próxima al orgasmo que lo notaba en la manera en que jadeaba, ya no se pudo resistir y acabó dándome a beber todos esos tibios fluidos que escurrían de vagina. Era tan caliente escucharla jadear y entre esos lujuriosos jadeos decía: “¡Ah, que exquisito placer!”. Me recosté a su lado y con mi cara entre sus tetas, seguí metiéndole los dedos por su vagina. Ya podía meter cuatro dedos. “¡Ponte boca abajo!” –le dije. Yo seguí acostado a su lado mirando el tremendo espectáculo que era su culo. Mis manos lo recorrían entero, jugueteaba con su ano y ella se dedicaba solo a gemir. Bajé y metí mi cara también entre sus nalgas buscando ese agujero. Fue tan delicioso sentir como la punta de mi lengua se movía con perversión en ese hoyito que palpitaba en cada rose. “¡No pares, sigue!” –me decía en tono suplicante. Seguí con mi juego pervertido hasta que me monté sobre ella y empecé a jugar con mi verga entre sus nalgas. Se las abría y la dejaba aprisionaba con sus nalgas. “¡Aprieta las nalgas!” –le dije. Al instante lo hizo y hasta me dolió el glande por ese perverso apretón que me dio, pero era exquisito. Mis dedos se enredaron en su pelo tirándolo fuertemente y le dije: “¡Qué rico aprietas putita!”. Ella dio otro apretón a esas deliciosas nalgas y me arrancó un gemido. Tenía que cogerme ese culo. Con mis dedos me perdí entre sus nalgas hasta que encontré su ano. Hábilmente me abrí camino en su agujero, lo cual no me costó mucho, ya que entre metida y metida, escupía mis dedos para hacer más fácil la penetración. Su culo ya estaba listo para recibir mi verga y ella estaba deseosa.

Me bajé de la cama y la hice ponerse en cuatro, mi verga se acomodó en la entrada de ese apetitoso culo y empujé lentamente. Poco a poco mi verga entraba en ese rico agujero, ella gemía y gritaba de placer, aunque decía que le dolía pero no quería que me detuviera, que siguiera. Cuando ya la tenía toda adentro empecé a moverme rápido, mis ganas de cogerme ese culo eran mucho más grandes que tener algún tipo de cuidado. Ella empezó a seguir el movimiento de mis embestidas haciendo más placentera la situación. Mis manos abarcaban todo su culo, era increíble, bronceado y grande, adornado por las marcas del sol que dejó un diminuto bikini. En un gran espejo que iba de techo a piso al lado de la cama podía ver nuestras caras llenas de placer, sus tetas se mecían frenéticas y lujuriosas. Agarraba su cintura y la seguía embistiendo con fuerza. La tomé de la cintura y seguí dándole por el culo por un buen rato. Después se la metí en su concha mojada mientras la nalgueaba para que siguiera moviéndose de esa forma sensual.

Me calentaba escuchar como nuestros cuerpos chocaban y sus deliciosos gemidos. Luego de un rato ella pudo alcanzar otro orgasmo que la dejó al borde del colapso, envuelta en sudor y su cara rebosante de placer me sonreía con perversión a través del espejo. Yo no quería acabar, por que sabía que una vez que acabará, lo único que querría era irme a casa. Luego que ella acabo, volví a bajar y a chupar su culo abierto. Ella cae rendida. Seguí metiendo mis dedos en su agujero, me dice que está cansada, que la deje por un rato. Le dije que también quería acabar. Con una voz lujuriosa me dice: “Yo te hago acabar como tú quieras, solo pídemelo”. La coloco de espaldas y me subo sobre ella dejando mi verga entre sus tetas. Ella las aprieta y me empieza a masturbar con ellas.

Entre los dos apretábamos sus tetas. Luego mis dedos van a su boca y los chupa desesperada. Mojé mi verga con saliva y la acerco a su boca. Me la chupa de manera exquisita. Vuelvo a bajar hasta sus tetas, ella las aprieta. Cada vez que me movía adelante. Mi verga entraba en su boca. Ya no aguante más, tomo su cabeza y la obligo a meterla entera en la boca, mientras ella no suelta sus tetas, mi primer chorro de semen cae directamente en su boca, el resto termina entre sus tetas y su cara. Mi semen esta en toda su cara y lo restregó entre sus tetas. Ella recoge el semen de su cara y lo lleva a su boca, luego ella sola se chupó las tetas. Le coloco nuevamente mi verga en la boca y lo deja limpio, pero este aún está duro. Le cogí otra vez la concha y le agarro el culo, mientras sigo besando sus tetas que ahora tienen otro sabor. Paré un rato. Ella se colocó boca abajo para descansar. Yo me vuelvo a subir a su espalda y froto mi verga entre sus nalgas, ni siquiera trataba de metérsela, solo quería seguir tocando ese culo. Me siento en su culo, y con una mano me masturbo mientras con la otra le agarraba el culo. Cuando estaba a punto de acabar me acuesto sobre ella, le abro las nalgas y le pido que nuevamente me apriete, dejándole el culo mojado con semen.

Me vestí quedando ella en la cama exhausta, la miro y le sonrió complacido. Me besó con lujuria y en mis adentros pienso: “No volveré a ver a esta puta. Una medalla más para lucir en mi pecho”. Salí de su casa y me dirigí a mi casa. Sin embargo, la carne es débil y como a las dos semanas la volví a encontrar y terminé yendo otra vez a esconderme entre los cerros de Lo Barnechea para seguir cogiendo con esa mujer que ni siquiera sé cómo se llama, pero es toda una puta en la cama.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

1 comentario:

  1. Delicioso escrito hace volar la imaginación de coger así en lo más profundo de los cerros exquisito relato

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